lunes, 29 de junio de 2009

Y VESTIA MANTA DE CASTILLA




El viento silbaba al pasar entre los arbustos y los troncos de tres eucaliptos ubicados justo enfrente de la casa, crujían amenazantes con sus hojas largas y lanceoladas cascabeleando suavemente. El cielo despejado con miles de estrellas titilando en la inmensidad de la negra noche, abrían de pronto el paso, a alguna estrella fugitiva que caía a lo lejos perdiéndose en el cerro.
Seis eran alrededor del brasero y el mate recién hecho, aromatizado con dulce malva rosa circulaba de mano en mano entibiando apenas, los cuerpos entumecidos por el gélido viento otoñal y sólo el rojo crepitar de las brasas, reflejado en los rostros atentos, daba a esa noche la nota de calor.
-¡Y cuando bajé de la Pintosa que brincaba como una loca, el mismísimo diablo vestido con manta de castilla estaba frente a mí! .-dijo el Hugo dando la primera chupada al mate.
-Y… ¿Te dijo algo?. –preguntó Francisca con los ojos desorbitados y el corazón palpitando a mil por la emoción.
-¡Me miró no mas!…muy serio. –respondió Hugo arrimando su banca, para agregar mas carbón al fuego, que se consumía rápidamente.
-¡Yo no creo ná! .-dijo Ignacio, hermano mayor de Francisca que hace poco había cumplido los trece y se consideraba un adulto. Estaba pálido, con la mandíbula apretada y no pestañeaba por el miedo. –¡Son puras patrañas tuyas!...Al diablo nadie lo ha visto nunca.
-¡Oye Hugo! .-insistió Francisca mirándolo muy seriamente sin prestar atención a las palabras de su hermano. - Y tu…¿Cómo puedes estar tan seguro de que era él?. –Aunque tenía ocho y era la menor de 6 hermanos, era muy inteligente y despierta para su edad.
-Esas cosas… se saben no más…- respondió Hugo sacando del brasero, la negrísima tetera cubierta de hollín, para servirse otro mate y hacer la segunda ronda. -¡Los animales saben esas cosas!...esa noche…La Pintosa se puso como una loca…¡ justo antes de que don sata se apersonara en el camino!...¡Apareció de la nada y del mismo modo se esfumó!.
Ignacio como buen macho protector apretaba con fuerza, la mano de su hermana que en vano intentaba liberarse para gesticular con soltura como era su costumbre.
-¿Era viejo…joven…era feo o bonito?. –preguntó aterrada pero curiosa al fin.
-¡Ah no pus!...La cara no se la miré porque me dentró el miedo, pero ¡si le puedo decir!…que vestía todo de negro con su manta de castilla, un sombrero de fieltro negro también y unas botas de montar con espuelas, que tintineaban al caminar.
-¡Ya pus viejo! .-se levantó Ernestina; su mujer, dispuesta a terminar la reunión. Pedrito dormía sobre su regazo desde hacía un rato y comenzaba a enfriarse. – Termina con tus cuentos para que los niños se vayan a su casa…Es muy tarde y la patrona se va a preocupar.
-¡Ya Luchito!.- dijo Hugo remeciendo a su hijo mayor que comenzaba a pestañear luchando contra el sueño. -Acompaña a los patroncitos a cruzar p’a su casa y aprovechai el viaje p’a traerme a la Pintosa que se salió del corral y anda metía por ahí.
-¡Seguro se asustó con el viento!.-dijo Ernestina echando agua sobre el brasero para apagar completamente el fuego.
-¡Ya Lucho… muévete y acompaña a lo niños p’a su casa!.-repitió el hombre a su hijo.
-¡No Hugo!.-respondió Ignacio sacando la voz. -¡Yo soy grande y puedo cuidarme solo!. –y agregó. -¡Vamos Francisca…cierra tu parka que hace frío!. –y tomándola con fuerza de la mano se encaminó de regreso a su casa.
Un sendero de aproximadamente unos cien metros que pasaba en medio de un huerto de frutales, les separaba de la casa patronal, ubicada al pie de la loma. Ignacio lo había recorrido mil veces de noche sin sentir temor alguno, pero las historias de Hugo lo dejaron espirituado. Sentía sonidos, silbidos y movimientos extraños a cada paso y aún debía pasar frente al galpón de los tractores donde según palabras de la Ernestina, penaba el difunto Julio.
-¡Ya Francisca no me sueltes la mano!. –dijo el niño reteniendo a su hermana que caminaba un paso adelante y lo dejaba solo. –¡Camina conmigo que esta muy oscuro!.
-¡Yo no tengo miedo! .-dijo la niña echando a correr muerta de la risa.
-¡Espérame Francisca…te voy a acusar a la mamá!.- gritó pero la niña ya se había perdido en la arboleda y debió continuar solo. Respiraba profundo para controlar los latidos de su corazón y una transpiración fría recorría su espalda humedeciendo su ropa…¡El diablo con manta de castilla…el diablo con sombrero de fieltro…el diablo con botas y espuelas!.
Frías gotas de sudor caían por su frente y las secaba con su manga sin perder de vista la entrada del galpón que estaba justo enfrente con sus enormes puertas metálicas que se abrían y cerraban crujiendo rítmicamente, movidas por el viento nocturno.
Intentó cerrar los ojos y no pensar, pero su imaginación encabritada traía una y otra vez la imagen a su mente…El diablo…la manta de castilla.
Pensó en correr pero sus piernas no respondieron, sintió angustia y pensó en gritarle a Francisca que lo esperara, pero un ruido proveniente del galpón distrajo su atención y le hizo voltear la vista. ¡Entonces lo vio… de cuerpo entero!. Era enorme, vestía de negro y sus ojos como brasas ardientes le miraban hipnóticos, avanzando hacia él haciendo sonar sus espuelas. Quiso llamar a su hermana pero no pudo articular palabra, una extraña sensación de flaccidez le invadió haciéndolo tambalear y toda la negrura de la noche cayó sobre él botándolo de espaldas sobre el camino.
-¡Hermano despierta!.-Francisca a su lado palmoteaba su mejilla creyéndolo muerto. -¿Qué te pasó?.
-¿Lo viste…viste al…?. –iba a agregar algo más, indicando hacia el galpón, pero justo en ese instante, desde el interior apareció la Pintosa intentando desenredarse un gran trozo de malla rachel que la cubría casi entera, arrastrando con ella varias herramientas pequeñas que se habían enganchado en la tela y sonaban como cascabeles.
- ¿A quién…a quién viste?. –preguntó su hermana mirando a todos lados.
-A nadie…-se levantó de un salto y sacudió el polvo de su pantalón. –Escuché un grito y pensé que eras tú…corrí para alcanzarte y me tropecé. –entonces tomó a su hermana de la mano y respirando aliviado con su honra intacta, continuó su camino silbando.





FIN

TOC,TOC

-Toc, toc.-Se escuchan unos débiles golpes en la puerta.
-Adelante. –responde la secretaria concentrada en su conversación telefónica.
-Toc, toc. –vuelve a sonar con algo más de volumen.
-Adelante…¡La puerta esta abierta!. –repite la secretaria en tono más alto, tapando con su mano el auricular pero al ver que nadie entra, retoma la conversación y agrega malhumorada. -¡Que lata!...¿me esperas un ratito?. Voy a tener que levantarme a abrir.
-Permiso. –finalmente un caballero moreno, grueso y de baja estatura, se asoma por la puerta entreabierta y pregunta: ¿La oficina de las empresas… Rovegno?. –vuelve a leer el papel en su mano para asegurarse.
-Si, si. –responde la secretaria con indiferencia después de acomodarse nuevamente en su asiento. –Ya le atiendo. -y retoma su interrumpido coloquio.
El hombre de tez oscura, zapatos sin lustrar y terno mal cortado, deja su portafolio de cuero sintético en una mesita baja y sintiéndose algo incómodo, se queda de pie junto a la puerta.
Después de aproximadamente diez minutos de amena charla telefónica con risas, suspiros y limado de uñas incluido, la secretaria parece recordar al recién llegado, y con aire displicente le hace señas para que tome asiento.
- Señorita…-pregunta finalmente el hombre algo inquieto por la espera. -¡Está usted segura de que, esta...es...la oficina de...?.
-Si señor…-vuelve a tapar el auricular sin ningún deseo de terminar su plática. –Esta es su oficina.
-Perdón que la interrumpa pero…Tal vez me equivoqué y este no es el n° del departamento que me anotaron en este papel…-vuelve a leer la información escrita en el arrugado papel y mientras una tenue sonrisa comienza a dibujarse en su cara, le pregunta en tono calmado. -¿Usted…conoce a don Lino?.
-¿A don Lino?...ja,ja,ja…¿Me pregunta si conozco a don Lino?.- repite la secretaria a la persona que esta al otro lado del teléfono y dirigiéndose al hombre que la mira interrogante agrega con suficiencia. -¡Por supuesto que no!…Trabajo aquí hace solo…seis meses y él…El vive en Italia.
En ese momento se abre la puerta y un hombre relativamente joven entra a la oficina. Es el gerente zonal de las empresas Rovegno, quien palidece al ver al hombre que espera de pie.
-¡Don Lino…Esperaba su llegada para el miércoles!.

FLOTANDO


Estoy flotando en el mar y miro el cielo; azul, magnífico, limpio de nubes. El vaivén del oleaje me mece y suavemente me dejo arrastrar, hacia fuera y hacia adentro, con placer y docilidad…Con placer y docilidad, sin urgencia, sin temor, sintiéndome parte del agua, como elemento natural, como fuerza vital. ¿Habré sido sirena en otra vida o tal vez…una humilde sardinita que recuerda su hogar?. Hoy es el día perfecto, el momento perfecto, todo esta sincronizado y solo importa, el aquí y el ahora, al agua fría en mi cuerpo, el sol en la cara, despertando mis sentidos. Solo importa, el aquí y el ahora, con el ir y venir de las olas.

viernes, 26 de junio de 2009